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domingo, 21 de junio de 2015

¿Sueño o realidad?

Parecía un día calmado, uno de esos en los que sales a la calle y recibes al sol con una sonrisa, percibes el calor pero al mismo tiempo la brisa que hace que su fuerza sea más tenue. Max se dirigió al banco que tantas veces había estudiado en las noches anteriores con una bolsa grande en la mano y repasando todos los pasos que tendría que dar para llevarse el mayor botín de la historia.

A tan sólo tres manzanas de su nuevo apartamento en NY se encontraba aquel banco tan lleno de gente en hora punta y tan vació en las primeras horas del día. Entró como un cliente más, a la derecha estaba el guardia de seguridad al que saludó con un ligero movimiento de cabeza, sintió que de repente se le paralizaban todos los músculos, su corazón iba a cien por hora y hasta el mismo lo escuchaba palpitar debajo de su chaleco antibalas.

Se acercó al mostrador y Lisa, la chica de la cabina le saludó con una amplia sonrisa.
-Buenos días ¿en qué puedo ayudarle?

Como tantas veces había planeado puso encima del mostrador su mochila, metió la mano en ella y dijo: ahora pausadamente vas a darme todo el dinero que tenéis en la caja, no intentes nada, llevo una pistola en la bolsa, un solo movimiento y podrás despedirte de tu marido y el hijo que estás esperando. Te tengo vigilada Lisa, se dónde vives, quienes son tus amigas, a dónde vas a cenar todos los domingos, un solo paso en falso y tu vida se volverá una pesadilla.

Ella a riesgo de perder todo lo que ha amado, hizo todo lo que pudo para no parecer nerviosa, se levantó muy despacio de su asiento, se alisó la falda del vestido ancho que llevaba a causa de su séptimo mes de gestación. Se fue a la caja fuerte, aquella puerta blindaba que se hacía más pesada a causa del sudor de sus manos, cogió cinco paquetes de 50 mil dólares, en billetes de 50 con la cara de Ulysses S. Grant  al dorso, con las dos manos. Por dentro sólo pensaba que eso fuese suficiente para el ladrón, Max la sonrió y le pidió con mucha calma que se diera un segundo viajecito:

-¿crees que me voy a conformar con esto? Ya estás tardando en traer los paquetes de 100 mil con Benjamin Franklin.

Ella cada sentía que con la presión se le iba la cabeza y por poco se desmaya al tropezarse cuando entraba en la sala blindada del banco, sacó todo lo que pudo y se lo puso en la bolsa. Esta vez Max parecía satisfecho, según iba caminando por el hall para llegar a la puerta, el guardia de seguridad sacó la pistola.

-¡Como de un paso más disparo!

Max rodó por el suelo de una voltereta, estaba justo en la puerta cuando Lisa pulsó el botón del pánico y el guardia disparó.

Su corazón iba a salirse de su sitio y él se despertó súbitamente con la cara y el cuerpo empapados en sudor, no podía ser, de nuevo había tenido ese sueño horrible que había estado intentando quitarse de la cabeza una y otra vez y en el que sólo conseguía ser atrapado una y otra vez. Se levantó despacio, era una mañana de mucho calor húmedo en NY, encendió la radio para escuchar un poco de música, se fue a la cocina, abrió la nevera para que le diese el fresquito en el cuerpo y bebió la leche de morro.


El apartamento era pequeño así que sólo con un par de pasos se encontró en el cuarto de baño, sólo pensaba en darse una ducha, cuando apartó las cortinas y descubrió que estaba llena de billetes, pegó un salto hacia atrás y se golpeó la espalda con la pared hasta tal punto de quedarse sin aire, se acordó entonces que aquél dolor que tenía en el pecho no se debía únicamente a la palpitación rápida de su corazón sino al moratón que le produjo el disparo del guardia de seguridad. Su mente se llenó de dudas, alegría, furia, adrenalina y desesperación.

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