Hacía un sol poco habitual en la
las primaveras de Ginebra, por lo que Alice y Jane decidieron aprovechar el día
libre para salir a dar una vuelta. Estaban tumbadas en la hierba del Parc de la Grange, recibiendo el calor de
aquel sol que por aquella época es cálido pero no abrasa, Jane estaba mirando
al cielo y acariciando el pelo de Alice.
La mirada perdida de Jane, podría
hacer pensar que en su mente tenía muchas cosas, pero tan sólo admiraba la
belleza que aporta la naturaleza en el atardecer, parecía que el cielo estaba
pintado con acuarela, primero había un fondo de azules degradados que pasaba de
un azul noche oscuro e intenso hasta un azul tan claro que apenas se podría
distinguir con la luz blanca y amarilla que aún desprendía el sol. Sobre
aquella paleta de colores, se perfilaban tres o cuatro nubes, la más cercana a
la noche era totalmente negra, los resquicios de que había llovido hace apenas
unas horas, pero según se iba acercando al ocaso se reflejaba en ella la luz
rojiza del sol, las otras nubes se asemejaban a esto último, excepto la una que
brillaba en un amarillo intenso.
En ese momento Alice estaba
totalmente callada, dado que para ella le valen más las acciones que las
palabras y Jane le dijo que era una suerte poder estar con ella, poder
compartir momentos así con ella era lo más importante, lo que realmente les
hace felices.
Como ya estaba oscureciendo y en
cuanto se iba el sol empezaba a refrescar decidieron emprender el viaje de
vuelta a casa andando, podían ir en autobús, total la línea 1 les dejaba al
lado del museo de historia natural y desde allí atravesando un par de calles se
encontraba la casa de Alice, pero aún les queda tiempo para disfrutar juntas y
que mejor manera de ir dando un paseo.
El paseo era como tantos otros, iban
contándose sus preocupaciones de la vida diaria y riéndose de algún que otro
chascarrillo, aunque Jane se extrañó de que
Alice le diera tan alegremente la mano y le dijo.
- Qué raro si estamos al lado de tu casa y esto hace unos años era impensable, ya sabes que siempre puede estar por aquí algún conocido tuyo que le podría contar lo nuestro a tus padres.
- Lo sé, pero ya estoy cansada de tener que escondernos, ya tenemos una edad y tarde o temprano lo tendrán que saber, quiero ser libre y poder demostrar lo que siento.
- Ya sabes que a mí me da igual cariño, lo único que me preocupa es que tú seas feliz y te sientas cómoda.
Mientras paseaban por Rue de
Villereuse a Jane se le ocurrió una idea, no encontró el momento de hacerlo
mientras estaban en el parque y era ahora o nunca, asique le dijo a Alice que
quería enseñarle una cosa del Museo de historia natural y anduvieron un rato
por la extensión de hierba que le rodea hasta que llegaron a unas esculturas
que parecían bolas del mundo plateadas que reflejaban la luz, apenas pasaban
por allí unas pocas personas, al contrario que en donde estaban antes, por lo
que era un sitio tranquilo y discreto.
- Alguna vez te has parado a pensar lo mal que lo debe de estar pasando gente como nosotras en países donde no está aceptada nuestra relación o mejor dicho donde se condena a muerte a personas como nosotras.
- Si, después de lo que estamos pasando aquí en Suiza, un país donde no está muy bien visto, ni siquiera legalizado en matrimonio igualitario como tal, pero por lo menos los países europeos que nos rodean son más abiertos. Es difícil imaginarlo, pero aquí vivimos reprimidas, las personas nos miran mal y siempre hay comentarios…
- Y si… ¿nos vamos a vivir aquí cariño?
- ¿A Francia?
- Si, allí se ve como algo más normal desde que en 2013, legalizaron el matrimonio… aunque bien es cierto que Bélgica fue de los primeros, mejor allí, estoy cansada de esconderme. ¿Porqué amar a alguien tiene que estar tan mal visto? Si no hacemos daño a nadie.
- No sé, piensa en que dejamos muchas cosas atrás, que no es una decisión fácil que podamos tomar a la ligera, además no tenemos grandes ahorros precisamente para estar pensando en independizarnos.
- A veces, hay que tirarse a la piscina Alice, como hice yo cuando te pedí que iniciáramos esta aventura juntas y sabes que yo tengo algo de dinero ahorrado para ello…
Entonces, Jane cogió del bolsillo de su chaqueta el anillo,
que en ese momento quemaba de lo frío que estaba y pesaba como un bloque de
hierro de la importancia que tenía para ella la respuesta que le diera Alice.
- Quiero, que en este momento y por una vez en 6 años que llevamos juntas sin decir nada a tu familia, pienses en ti y en mí, en lo felices que hemos sido juntas en todos pocos momentos que hemos podido disfrutar a solas y que con solo esos pensamientos tomes una decisión.
- Una decisión sobre ¿Qué? De verdad cada día estas peor.
- Al sacar el anillo, Alice no se lo podía creer, hace unos meses Jane le dijo que lo iba a hacer, pero ella no se lo creía, no cabía en sí, no sabía que decisión tomar, para ella era la decisión más importante de su vida, casi era como decidir entre su gran y único amor y su familia, su hogar…
- Bufff en menudos líos me metes…
- Ya tengo mirada una casita de campo en las afueras de Francia, muy cerca de aquí cariño, en Monnetier, es barata, necesita algunos arreglillos, pero nos podríamos apañar allí por un tiempo hasta que encontremos algún trabajo estable, tiene una tierra que podríamos trabajar…
- Vale vale vale, dame unos días ¿sí? Ya sabes que para mí no es tan fácil, tú no tienes nada que te ate aquí…
- Como quieras mi vida yo sólo quiero hacerte feliz.
El resto del paseo hasta la casa
de Alice, ya no fue lo mismo, estuvieron calladas todo el tiempo, sin apenas
cruzar palabra y Jane sólo podía mirar al suelo pensativa. Se dieron un beso de
despedida y Alice le dijo que mañana mismo tendría una respuesta, que sólo
tenía que pensar qué, cómo y cuándo.
La esperanza es lo último que se
pierde… y para Jane no era la primera vez que le pedía arriesgarse a Alice.
Jane cogió el autobús de la línea 8 que le dejaba cerca del puerto, donde
tendría que hacer transbordo para coger el de la línea 2 que le dejaba al lado
de casa, cerca del río Arve, en la Rue du Vélodrome, después de una hora de
trayecto. Ya le faltaba poco para llegar
a casa, pasando al lado de un pub italiano que hacía esquina y siempre estaba
lleno de gente a esas horas, de repente se dio cuenta de que había un chico que
se había montado en los dos mismos autobuses que ella y casualmente iba siguiéndola
desde el otro lado de la acera, no era la primera vez que le pasaba y siempre
confiaba en sus clases de defensa personal que llevaba cursando desde hace
cinco años aunque actualmente estaba un poco oxidada.
Decidió callejear y dar un rodeo
a trote ligero, se escondió un soportal que había al lado de una pizzería en la
calle David-Dufour, el chico que iba detrás echó a correr también pero pasó de
largo cuando llegó al portal en el que Jane estaba escondida, era peor de lo
que ella se esperaba, ¿quién podría ir detrás de ella con tanto ahínco? Esperó
un tiempo para poder salir y decidió emprender de nuevo el camino hacia casa,
aprovechó para escribirle algo a Alice.
- ¿Cómo vas preciosa? Ya me queda poco para llegar a casa, cena bien y descansa mi vida. ;)
En lo que estaba mirando la
pantalla del móvil, que le iluminaba la cara debido al escaso alumbramiento que
había en la acera, Jane sintió que alguien la cogía por la espalda y le tapaba
la boca con un pañuelo que olía horrible… estaba perdiendo el conocimiento
mientras sentía como la metían en un sitio cerrado metálico, como una camioneta
hasta que finalmente se quedó totalmente inconsciente.